Entradas nochevieja madrid
Pero la
celebración íntima, familiar y recoleta que estas fiestas tienen en Europa, No
se repite aquí. O tienen eco flojo y difuminado, porque el calendario juega una
Mala pasada, antípodas, como somos en materia de estaciones. En efecto, cuando
en Europa es crudo invierno, aquí languidecemos en un sofocante y laxo verano.
Cuando En los viejos países europeos los fríos invernales, quizá las nieves,
recluyen a la Familia en el sagrado recinto del hogar en torno a mesas bien
abastecidas, o alrededor De la olla austera del campesino, el calor incita aquí
a salir de casa, a celebrar la Nochebuena o la Nochevieja en restaurantes al
aire libre, en clubs deportivos o Sociales con sus mesas al fresco junto al
río, o en medio de parques y jardines Exuberantes. Invita, en una palabra, a
huir del agobio canicular, aireando así unas Fiestas cuya intimidad se abre a
los amigos o, simplemente, a los afines, llegando A celebrarse verdaderos
banquetes con sinnúmero de comensales. Se mantienen, sin embargo, en torno a
estas fechas, los platos típicos: el Besugo, la coliflor, el bacalao, el pollo
y, sobre todo, el pavo; ese «blanco de pavita» Que es la enorme pechuga de un
monstruoso pavo, perfectamente cortada y artísticamente Habilitada sobre la
carcasa del animal. No faltan tampoco el turrón ni las Peladillas, alimentos
calóricos impropios del verano. Ni la popular sidra que en Argentina Se produce
abundante y exquisita.
UNAS FIESTAS
CENTRIFUGAS
La Navidad
en Europa es centrípeta: reúne, concentra, excluye a los extraños Y convoca a
toda la familia, a veces con acentos tribales o de clan. En esta parte de América
ocurre lo contrario. Las fiestas de Navidad son centrífugas: arrojan,
dispersan, Por el calor, fuera de la casa a las familias, ampliando su ámbito a
amigos, colegas O afines. Los restaurantes nocturnos, las fiestas sociales, los
clubs convocan a próximos Y remotos a la común alegría y celebración. Pero no
nos engañemos. Tras de ellas late Siempre una infinita nostalgia por los
remotos lares y abolengos, por la infancia lejana, Por aquellas que nos habían
reunido con seres queridos que ya no existen. Como una Finísima lluvia, como un
orballo galaico, la Navidad de estas tierras destila tristeza Sobre muchos corazones.
Pero hay que reír, hay que brindar, hay que bailar; y se ríe, Se brinda y se
baila con la falsa alegría de las serpentinas y los confetis, de todo eso Que
se conoce con el nombre de alegría de cotillón, se termina con el twist o la
samba, El pericón, el tango o el pasodoble. Porque estas fiestas están hechas,
por partes iguales De nostalgias mal reprimidas, aturdimiento y
frivolidad.
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